martes, 19 de junio de 2012

Primera Lectura (Lectio Divina)

2 Corintios 11, 1-11
Hermanos: Ojalá soportaran ustedes que les dijera unas cuantas cosas sin sentido. Sopórtenmelas, pues estoy celoso de ustedes con celos de Dios, ya que los he desposado con un solo marido y los he entregado a Cristo como si fueran ustedes una virgen pura. Y me da miedo que, como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así extravíe el modo de pensar de ustedes y los aparte de la entrega sincera a Cristo.

Porque si alguien viniera a predicarles un Cristo diferente del que yo les he predicado, o a comunicarles un Espíritu diferente del que han recibido, o un Evangelio diferente del que han aceptado, ciertamente ustedes le harían caso. Sin embargo, yo no me juzgo en nada inferior a esos "superapóstoles". Seré inculto en mis palabras, pero no en mis conocimientos, como se lo he demostrado a ustedes siempre y en presencia de todos. ¿O es que hice mal en rebajarme para enaltecerlos a ustedes, anunciándoles gratuitamente el Evangelio de Dios? He despojado a otras comunidades cristianas, aceptando de ellas una ayuda para poder servirlos a ustedes. Mientras estuve con ustedes, aunque pasé necesidades, a nadie le fui gravoso; fueron los hermanos venidos de Macedonia los que proveyeron a mis necesidades. Siempre he evitado serles gravoso a ustedes, y lo seguiré evitando.

Pongo a Cristo por testigo de que nadie me quitará esta gloria en toda la provincia de Acaya. ¿Por qué digo esto? ¿Será que no los quiero? Dios sabe que sí los quiero.
Reflexión
En medio de este mundo lleno de confusión en donde se levantan profetas por doquier, con nuevas y diferentes doctrinas, ¿cómo saber cuál es la verdad? La respuesta es muy sencilla: la verdad está en la Iglesia. Jesús no únicamente nos dejó la Escritura, sino que puso a los pastores en la figura de nuestros obispos, y de manera particular a Pedro en la figura del Papa para que, guiados por la luz del Espíritu y en concordancia con la Tradición, lo disciernan todo y nos lleven siempre a abrevar a las aguas que dan Vida. Por ello, quien se separa de la Iglesia, corre el riesgo de perderse y de crear y aceptar doctrinas erróneas. Sólo en la Iglesia sabemos que estamos siguiendo al Buen Pastor, y que el Evangelio y su interpretación es la que Jesús ha querido y quiere para todos y cada uno de sus discípulos. Fuera de la comunión eclesial con el Obispo, ¿quién puede decirme si lo que leo en la Escritura es verdad? Incluso, ¿quién puede decirme que la misma Biblia es "Palabra de Dios"? San Agustín decía: "Yo creo en la Escritura, porque es mi Madre la Iglesia quien me la enseña y me afirma que es verdad". No es fácil aceptar algunas de las enseñanzas de la Iglesia (sobre todo en cuestión de justicia y moral), sin embargo, nuestra Madre lo único que está haciendo es ser fiel al mensaje que le encomendó Jesús.
Oratio
Señor, quiero permanecer unido a tu cuerpo místico, que es la Iglesia, para que no vaya yo a extraviarme en mi caminar hacia ti; sé que si obedezco a tu Palabra, transmitida fielmente por la Iglesia, será más difícil que me deje engañar por el enemigo del Reino.
Operatio
Revisaré los textos que leo, buscaré documentos de autores cristianos, para no apartarme de las enseñanzas de mi Madre la Iglesia.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro

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